A menudo se considera a los bailarines mera decoración, un medio, como dice el protagonista en el musical A Chorus Line, para el que el artista principal se luzca. Pero la de bailarín es una de las más duras expresiones del arte. Un oficio sacrificado, a menudo ingrato y con una carrera corta y exigente.
Eso es lo que muestra de una forma magistral A Chorus Line, un musical producido por Antonio Banderas, Teatro del Soho CaixaBank y John Breglio y que se acaba de estrenar en el Teatro Calderón de Madrid.
La obra muestra casi a tiempo real cómo un director de casting, interpretado por Manuel Bandera, busca bailarines para un espectáculo. Los nervios, las historias personales, el amor, la competitividad y todas las pegas y compensaciones de ser bailarín o bailarina salen a la luz durante ese casting.
En medio, números maravillosos donde ser actor de musical se lleva a su máxima expresión, con un reparto en estado de gracia en las tres áreas: canto, baile e interpretación.
Antonio Banderas se ha traído a Madrid un pedazo del Broadway más clásico, un musical sin artificios, con un escenario casi desnudo y donde el arte que despliegan en directo, en ese preciso instante, para el espectador, es el único protagonista. Un protagonista que brilla como esa línea de coro.
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